Ayer te vi, necesitaba hacerlo y no fue casualidad. Te busco desde la última vez y lo hago en cada sonrisa, en cada mirada perdida, en muchas manos, en cada rubia y hasta en mi almohada, pero no te encontraba hasta que te vi ayer...

El día de la camiseta colorá

Comentarios
Esta historia comienza un día antes con una batería de preguntas al estilo Superpop, que me hizo Mar. Ya sabéis, cual es tu comida favorita, el horóscopo, el color, tu postura preferida del Kamasutra, esas cosas que todo el mundo necesita saber de otra persona y que sin ellas tu propia existencia pasaría desapercibida para el resto de los mortales.
El caso es que, cuando me preguntó por mi color preferido contesté rojo sin dudarlo, algo que es cierto pero no del todo, porque conmigo eso va un poco por rachas o por días. He tenido épocas de grises y marrones, de negro (que combina con todo), de amarillo y sobre todo de verde, de este color sigo teniendo muchos días.
El caso es que para ser mi color preferido, no tengo ninguna prenda así, excepto mis zapatillas un poco ya rotas y gastadas a las que le tengo el aprecio que se le puede tener a un calzado cómodo. Esto último es algo extraño que nos pasa a la mayoría de los terrícolas, cogerle cariño a una prenda, ¿quien no tiene en su armario una vieja camiseta, gastada por el tiempo y ya incluso roída?. Es curioso como podemos tener en tan alta estima algo que si viera tu madre no dudaría ni dos segundo en tirar o utilizar para limpiar la encimera.
Pues al salir por la mañana a la calle hice un sobrehumano esfuerzo y fui raudo y veloz a comprarme una hermosa camiseta roja en una tienda de chinos.
Por supuesto le conté a ella esta gran noticia, ya que ni en la prensa ni en las noticias alguien había comentado, ni de pasada siquiera, este acontecimiento tan extraordinario.
Ella, dicharachera y risueña como siempre me animaba a ponérmela y salir a conquistar los corazones de bellas damiselas que se supone caerían rendidas a mis pies ante tamaña gesta.
Asentí un poco a regañadientes, pero rápidamente mi alma de mercenario vio la oportunidad de sacar algo a mi favor y le propuse un trato. Yo escribiría la historia de mi día con la ya famosa camiseta y ella vendría a visitarme desde las lejanas tierras de Morón.




Así que por la mañana, junto a mi fiel escudera canina, me enfundé mi flamante camiseta, ensayé una medio sonrisa seductora frente al espejo donde siempre descubro una nueva lagaña, aunque ya me haya lavado la cara y salí a la calle dispuesto a comerme el mundo.
Por algún extraño motivo no había mucha gente por la calle, aunque igual no tan extraño si pienso que es julio y mucha gente se ha ido o que igual las siete de la mañana de un martes no es la mejor hora para ligar, llamemosle X…
Cuando casi terminaba nuestro paseo matutino vi a una mujer con la que ya me había cruzado alguna vez dándole amablemente los buenos días y recibiendo una no-respuesta por su parte.
Se le notaba que no le apetecía tanto como a nosotros el obligado paseo con su mascota, eso es algo que los que tenemos perro desde hace mucho, intuimos rápidamente, aunque también ayuda el oírla decir a su perro con la voz muy grave:
-!!No doy ni una vuelta más, o cagas o me voy!!
Que delicadeza en sus modos, que saber estar, cuanta dulzura en sus palabras…
En fin, que me dije, esto es lo que hay, así que al ataque que solo se trata de jugar al viejo juego de la seducción y no de casarme con ella.
Me vestí con mi antes ensayada sonrisa, me ahueque un poco el flequillo y con la seguridad que da el tener una camiseta colorá, le planté un sonoro y a la vez animado ¡¡Buenos días!!.
Ni caso me hizo oye, siguió su camino y se fue. FIN…

…Si, fin, se acabó, de echo estoy escribiendo todo esto para rellenar, con los dos párrafos anteriores ya hubiera sido suficiente, porque las otras dos veces que salí ese día no me crucé con casi nadie, porque a las horas que eran y en plena ola de calor, en Sevilla no encuentras ni a una triste lagartija en la calle, así que no digamos humanos, a excepción de algún descerebrado con su colorida camiseta y su gorra negra que combina con todo, claro.

Ya de noche estuve chateando y luego hablando con ella, por supuesto, no le dije nada de mi día con mi maravillosa camiseta, mas que nada porque como veis la historia no da ni para hacer un spoiler.
Lo pasamos muy bien ese rato, hablamos casi hasta el amanecer de muchísimas cosas entre risa y risa , les pusimos nombres a emoticonos chinos (el guachinlu, el míralo él…) e incluso nos acariciamos en la distancia y dormimos juntos. ¿Difícil eh?, ¡pues se puede hacer!, dejamos los smartphones a nuestro lado y nos oímos dormir, escuchaba su respiración tan cerca mía que sentía como si pudiera abrazarla y ella notaba como la abrazaba yo. Todo tan romántico, que aún ahora sigue retumbando en mi cabeza los gritos de desesperación que daban Romeo y Julieta bajo su losa.
Al final, hubo un momento, un breve instante justo antes de quedarme dormido, en el que pensé que en que forma tan extraña un aciago día se había tornado en una maravillosa noche. ¿Sería por la camiseta?
Siguiente entradaEntrada más reciente Entrada anteriorEntrada antigua Inicio

0 comentarios:

Publicar un comentario